Artículo original de VIA Empresa reproducido con la autoritzación del autor.
La internacionalización no está reñida con el uso de la lengua propia en el etiquetado y los manuales, por ejemplo
Ahora que la quinta ola de la covid-19 ya va de bajada y que la idea de viajar un poco más lejos va recuperando espacio lentamente en nuestra imaginación, toca hablar de empresas y marcas catalanas con una clara vocación de internacionalización. Son marcas con un largo recorrido que, en un momento determinado de la trayectoria, se han encontrado en la dramática disyuntiva de tenerse que adaptar al nuevo marco global para no acabar engullidas por la irrelevancia, o bien incluso para no tener que cerrar. Pocas compañías han podido reconvertirse hasta exportar entre el 70% y el 80% de la producción, un mérito notable.
Sin embargo, a menudo, algunas de estas empresas y marcas catalanas exportadoras y de renombre tienen un rasgo en común. Mantienen todavía una antigua resistencia a utilizar la lengua catalana en las relaciones con los clientes y en la manera como construyen la marca, talmente como sí de la globalización de la economía se derivara necesariamente y lógicamente un freno para el catalán. Argumentan que no solo operan en Cataluña, o bien que la globalización ha ampliado los horizontes de mercado. Que ahora, “el mercado, es el mundo”. ¿Infieren, pues, que los 10 millones potenciales de consumidores en lengua catalana no forman parte del mundo? Seguro que no, porque mantienen entre un 20% y un 30% de ventas al mercado interior tradicional.
Entendámonos: de acuerdo con la sensibilidad medioambiental de hoy, y si no fuera porque casi siempre los lotes a distribuir son iguales vayan dónde vayan, veríamos prescindible que la catalana Taurus hiciera llegar un manual de instrucciones en catalán de una afeitadora desde Oliana hasta Polonia –uno de los nuevos mercados que ha abierto la marca del Alt Urgell. Igualmente, tendríamos que considerar prescindible que una multinacional alemana nos entregara una lavadora en casa acompañada de 12 manuales de instrucciones de 45 páginas cada uno, donde el catalán, además, está ausente –viene a cuento recordar el auge que tomará el etiquetado electrónico en un futuro muy próximo.
Buscar una relación de causa-efecto entre la internacionalización y la pérdida de espacios del catalán como lengua comercial parece, pues, un subterfugio, y más en plena era digital
El caso es que estas empresas reticentes a la inclusión del catalán aducen, en consecuencia, que ya no vivimos en antiguos territorios limitados por fronteras caducas, como si la globalización fuera la responsable de la no disponibilidad del catalán en la atención telefónica, la web, el etiquetado y las redes sociales, y como si no mantuvieran todavía un buen segmento de ventas en el mercado de origen. La realidad es, desgraciadamente, que en épocas anteriores a la globalización estas empresas tampoco ponían a disposición de los consumidores la posibilidad de relacionarse en esta lengua.
Buscar una relación de causa-efecto entre la internacionalización y la pérdida de espacios del catalán como lengua comercial parece, pues, un subterfugio, y más en plena era digital. Todo es cuestión de medida y de saber buscar los espacios adecuados: vistas y consideradas las observaciones al etiquetado y a los manuales, por ejemplo, ¿qué impide que las marcas eminentemente exportadoras ofrezcan la web también en catalán para anclarse en el mercado interno y construir una marca basada en un escrupuloso servicio a los clientes, el respeto a los consumidores, la disponibilidad, la diversidad y la calidad?
Que la internacionalización no solo no está reñida con la lengua propia, sino que el vínculo es de lo más natural lo saben y lo practican jóvenes empresas exportadoras de jóvenes sectores para los cuales la innovación es capital. Mirad, si no, como incluye el catalán en su carta de presentación Kave Home, una marca de muebles que vende en más de 80 países y aspira a liderar el sector a escala mundial; o como lo hace Heura Foods, que vende carnes vegetales en 15 países y no cae en la trampa de renunciar a la lengua. Fijaos en la barcelonesa Bismart, uno de los referentes mundiales en inteligencia de negocio y análisis de datos, reconocida en su momento por Microsoft como mejor socio del año; o en Harmonia, la innovadora empresa de energías renovables; o incluso en Freshly Cosmetics, un referente de la cosmética que ya factura 55 millones de euros…
Esta nueva mentalidad ha sabido adaptarse a los vientos de cambio que soplan en favor de los derechos y del respecto a los consumidores. Los jóvenes empresarios se ponen al día en la visibilidad y disponibilidad de la lengua catalana: saben que dentro de muy poco tiempo la excepción será no escuchar a los consumidores.