La adaptación a los cambios y la generación de nuevas estrategias para dar respuesta a los nuevos retos a los que nos enfrentamos como país, comporta la creación de nuevos modelos de aprendizaje y formación, como son las microcredenciales.
Según la Comisión Europea, las microcredenciales son el registro de los resultados de aprendizaje que ha adquirido una persona siguiendo una píldora formativa de corta duración. Estos resultados de aprendizaje se han evaluado con criterios definidos de transparencia y claridad. Las experiencias de aprendizaje que conducen a microcredenciales están diseñadas para ofrecer al alumno conocimientos, destrezas y competencias específicas que respondan a necesidades sociales, personales, culturales o del mercado laboral. Por lo tanto, las microcredenciales tienen que poder contribuir a la actualización de los conocimientos y competencias que la persona tiene que ir adquiriendo a lo largo de su trayectoria y son capitalizables y certificables en el sistema, de forma que tienen un carácter acumulativo en el ámbito académico. Pueden serlo certificaciones específicas e independientes o combinadas con credenciales de contenido más extenso. Están apoyadas por la garantía de calidad según la normativa acordada en el sector o área de actividad correspondiente.
Según la UNESCO, las microcredenciales son propiedad de la persona que adquiere los conocimientos y pueden ser compartidas fácilmente por un titular, incluso a través de herramientas digitales como la Europass, de conformidad con el RGPD. Además, este sistema consensuado en el ámbito europeo permite almacenar datos garantizando una comprobación fluida de la autenticidad de los datos. Esta portabilidad se enmarca bajo criterios de calidad, transparencia, pertenencia, evaluación, orientación, reconocimiento y autenticidad.
Actualmente, contamos con el Pla Microcreds, que impulsa las microcredenciales universitarias, dentro del marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, con un fondo de 50 millones de euros: 1.000 formaciones de corta duración cursadas por 60.000 personas de entre 25 y 64 años, con una fecha tope de ejecución del 30 de junio de 2026.
Este plan permite financiar tanto la producción de microcredenciales como becas y ayudas para personas en situación de paro, baja renta o situación de vulnerabilidad social, así como para actividades de intermediación entre la universidad y los sectores productivos y consagra la formación a lo largo de la vida como una función básica de la universidad.
Desde PIMEC valoramos positivamente que las microcredenciales impliquen la colaboración real de las universidades con agentes externos, que nos tienen que ayudar a detectar necesidades formativas concretas, a diseñar las formaciones, a participar como formadores y a evaluarlas. Además, las microcredenciales representan un cambio de paradigma en la formación permanente que ofrecen las universidades velando por la acreditación de competencias desde una óptima académica y laboral.
M.Àngels Benítez – Responsable de Políticas Sociales e Inclusión Laboral