En su informe Diálogo Social y Negociación Colectiva en la Era de la Inteligencia Artificial, la OCDE concluye, a partir de encuestas multinivel, que el diálogo social, la concertación y la negociación colectiva serán determinantes para afrontar, con criterios de progreso sostenible y de ética, los retos y las extraordinarias oportunidades que la Inteligencia Artificial (IA) nos presenta. Retos importantes porque habrá que regular, concretar, negociar y utilizar de una manera racional los adelantos y, sobre todo, hará falta que las organizaciones que defienden intereses de personas empresarias y de personas trabajadoras asuman el rol con la preparación necesaria.
La Declaración de Bletchley, surgida del encuentro global en Londres de instituciones públicas y privadas, promueve compromisos en la línea de las advertencias que van apareciendo; la humanidad tendrá que afrontar el progreso que comporta la IA con la gestión de los efectos que produce. En este sentido, se crea el Centro Global de pruebas de IA y se encarga un informe global a Yoshua Bengio, entre otras cuestiones. Y es que, a pesar de que hay quién afirma que la IA es todavía poco inteligente y débil para regularla, la mayor parte de expertos pronostican que no tendríamos que pasar por alto su regulación, ni tendríamos que caer en la trampa de no prestar atención, como nos ha pasado en otros asuntos, cosa que posteriormente nos han causado quebraderos de cabeza: la plataformización, sin ir más lejos.
En el ámbito de la empresa y del trabajo, se pronostican dos efectos. Por un lado, la aparición de posiciones de dominio que pueden desmontar los equilibrios racionales de la competencia, con la capacidad de incidir por parte de muy pocos y de forma severa en las cadenas de valor empresariales, haciendo desaparecer la libre competencia o atenazando la competitividad de muchas empresas – especialmente las mipymes–. Por otro lado, la desaparición acelerada de millones de puestos de trabajo sin que puedan trasladarse las personas a otros lugares fruto de la ganancia generada con el progreso a corto plazo, como había sucedido hasta ahora con el progreso tecnológico. Justamente por esta razón, aparecen las voces de la necesaria gobernanza compartida en cuanto a las oportunidades y la gestión de las incertidumbres.
Lejos del catastrofismo, tenemos que afrontar el reto con ingenio, construyendo una transición disruptiva pero sostenible, que supere las disrupciones compulsivas con que se aplaudieron otros adelantos pensando que aportaban libertad y progreso por sí mismos. Y lo tenemos que hacer generando espacios de concertación, de cooperación en el progreso, para revertirlo en la sociedad, y donde las mipymes estén también en los centros de decisión. De momento ya hay planes para abordarlo, como en el caso del Ayuntamiento de Nueva York, que ha hecho su Plan de Acción de Inteligencia Artificial donde se recogen iniciativas como la escucha pública, planes de integración y el Comité Directivo de IA de la ciudad.
Medidas dirigidas a un progreso compartido, en el que las mipymes tenemos que estar presentes desde el primer momento por medio de nuestras organizaciones empresariales. Por eso, desde PIMEC hemos propuesto a la Generalitat de Catalunya la creación de un Comité de Gobernanza de la IA y del dato en el sí del Consell de Diálogo Social. Para que el progreso no vaya en perjuicio de la competencia y porque creemos que las instituciones, con los agentes sociales, deben dar las respuestas a los retos. Su intervención o regulación pueden garantizar la competencia sana y el progreso de todo el mundo; el de las personas y el de las empresas que les dan trabajo y crean riqueza.