El pasado 9 de septiembre Mario Draghi, exprimer ministro de Italia y expresidente del Banco Central Europeo (BCE), presentó el documento “The future of European business competitiveness”, que aborda la competitividad y la productividad comunitarias y que había sido encargado por la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Antes de verano ya se había hecho público otro informe, “Much more than a market”, por parte de Enrico Letta, también exprimer ministro italiano, focalizado sobre la unidad del mercado europeo y encargado por el Consejo Europeo.
Ambos ofrecen una diagnosis completa y preocupante de la economía comunitaria y realizan propuestas de interés, con las que muchos estamos de acuerdo y que seguramente nutrirán la agenda de la nueva Comisión Europea.
Según el Informe Draghi, el modelo de la Unión Europea es de éxito y ha creado un espacio económico que representa el 17% del PIB del mundo, por lo que se tiene que preservar. Pero el problema es que es insostenible, pues la productividad es baja y crece lentamente, y el gap con la economía norteamericana se ensancha, animado por la digitalización y el escaso dinamismo demográfico. Desde principios de siglo, Europa ha estado preocupada por su lento crecimiento, y a pesar de las estrategias desplegadas para impulsarlo, las tendencias se mantienen invariables. Actualmente, la productividad comunitaria es un 20% más baja que en los Estados Unidos. Hay que ser más productivos para financiar nuestro modelo social, y Europa dispone de las bases para ser una economía competitiva, pero tiene que hacer cambios radicales y actuar como una comunidad.
Tres son los retos a abordar en la coyuntura actual, de acuerdo con Draghi: acelerar la innovación; avanzar en descarbonización y economía circular; y, disminuir la dependencia de los materiales críticos y las tecnologías para la digitalización, a la vez que se potencia el sector de la defensa. Para lo cual propone una nueva estrategia industrial europea basada en los siguientes ejes: reforzar el mercado único y agregar demanda y recursos, alinear las políticas industriales, comerciales y de competencia, aumentar la inversión, y mejorar la gobernanza (estructura y funcionamiento comunitarios) reduciendo carga normativa. También sugiere políticas en diez sectores clave (energía, automóvil, materiales críticos, defensa, espacio, digitalización…) e invertir anualmente como mínimo unos 750.000-800.000 millones de euros, cosa que permitiría incrementos de productividad alrededor de un 6% los próximos años.
La propuesta de Draghi sobre una nueva estrategia industrial en la Unión Europea ofrece una buena oportunidad para reflexionar sobre la política industrial de la Generalitat y, especialmente, sobre el Pacto Nacional para la Industria (PNI), actualmente en su edición 2022-2025.
Diversas son las consideraciones a realizar. En primer lugar, sería bueno iniciar ya el proceso de definición del que podría ser un nuevo PNI, a pesar de que falte poco más de un año para finalizar el actual, con el objetivo de alinear lo mejor posible el principal instrumento de la política industrial catalana con la nueva realidad internacional y estatal, entre otras, con aquello que dice el Informe Draghi y con la nueva Ley de Industria y Autonomía Estratégica del gobierno español que está en las últimas fases.
Previamente a la definición del nuevo PNI es necesario abrir un periodo de reflexión sobre los hitos logrados a lo largo de la aplicación de las dos ediciones desplegadas hasta el momento (2017-2020 y 2022-2025). En esta reflexión, en la que se tiene que ser autocríticos, tienen que participar agentes sociales y administración, que ya están presentes, y, también, expertos independientes y otras entidades (universidades, colegios profesionales…).
Un tercer aspecto a mencionar es que, seguramente, ha llegado el momento de cambiar la metodología de trabajo en la definición y el propio contenido y funcionamiento del PNI, planteando un Pacto sobre unas bases y unos principios diferentes. Por ejemplo, se tiene que abrir el PNI más allá de la administración -fundamentalmente, Departamento de Empresa y Trabajo- y de los agentes sociales en la definición y en el seguimiento y cumplimiento, y tienen que haber unos compromisos, sobre todo presupuestarios, reales y firmes por parte de la Generalitat y del conjunto de consellerías afectadas, en base a dos palancas, que son la tecnología y el talento, focalizadas hacia a un objetivo finalista como es la mejora de la productividad.
Por lo que hace a las acciones concretas, se tienen que definir pocas, de gran impacto y muy dotadas presupuestariamente. A modo de ejemplo: comprometer anualmente un porcentaje de nuestro PIB a la innovación, mejorar el ecosistema de generación y transferencia tecnológica, y ayudar las empresas en sus inversiones en equipación y digitalización, sin perder de vista dar respuesta efectiva en los cuellos de botella en capital humano, especialmente en ciclos formativos de especialidades industriales y en estudios superiores técnicos y tecnológicos.
Y no se puede olvidar la mejora de la gobernanza del nuevo PNI, y en esta hay que destacar que la consellería responsable tiene que tener un mayor y real poder sobre la acción industrial global del conjunto del gobierno de la Generalitat.
Ángel Hermosilla, secretario general del Colegio de Economistas de Cataluña