La era poscovid nos ha traído un conjunto de variables en el comportamiento de la economía que hacen tambalear nuestro tejido productivo, y las mipymes en particular. El tejido empresarial ha demostrado considerablemente su capacidad de resiliencia, por el carácter perseverante y emprendedor de sus liderazgos. No obstante, las microcrisis que se acumulan impactan en la viabilidad de muchos proyectos empresariales. Esto obliga a empezar a impulsar también aquella vertiente más innovadora y transformadora que ha caracterizado nuestro país. Y es que, si no nos repensamos y transformamos dinámicas de otros tiempos que ahora ya no son útiles para el progreso, cuando la situación es compleja, habremos perdido una oportunidad.
Tenemos que repetir en todas partes que, a diferencia de lo que ha sucedido en otros momentos, la espiral inflacionaria no es causada por las micro, pequeñas y medianas empresas, ni por los autónomos. De hecho, el incremento desbocado de precios afecta a hogares, familias, personas trabajadoras, así como, de forma muy relevante, a la viabilidad de las empresas. Lo hemos explicado con datos e indicadores de todo tipo, pero conviene que lo llevemos a todas partes, en toda ocasión y en todos los espacios donde nos interpelan.
De hecho, estamos donde estamos por la demora en la toma de decisiones, en la aplicación de medidas. Gran parte de lo que vivimos ya se ha visto en otros momentos, pero la extraordinaria celeridad con que hoy se viven los cambios de ritmo exige, a su vez, celeridad en la toma de decisiones. Por ejemplo, en política energética, donde la rigidez de la UE ha hecho que el incremento del IPC de la capa regulada se arrastre a la capa subyacente, de forma que la previsión más optimista que tenemos sobre la mesa (Funcas) sitúa el IPC interanual en el 8% a principio de año.
Esta crisis inflacionaria sitúa a personas trabajadoras y a empresas en el mismo lado de la historia a la hora de construir los puentes que nos deben hacer progresar ahora. De hecho, tenemos que construir soluciones conjuntas y nuevas, porque las fórmulas habituales ya no nos sirven. Hace falta que las políticas públicas nos acompañen, y las tenemos que exigir juntamente con las organizaciones sindicales, pero en la negociación colectiva tendremos que encontrar equilibrios para ponderar el impacto de este contexto convulso en el incremento de salarios y costes laborales que se suman a los incrementos generales.
Resulta evidente que con la presión que la situación produce en las economías domésticas hay que revisar salarios. Pero también lo es que las variaciones interanuales son tan exageradas como temporales, o como mínimo, tenemos que aspirar a que lo sean. Y en la revisión de salarios que legítimamente nos piden las personas trabajadoras y organizaciones sindicales en las mesas de negociación también subyace la viabilidad de nuestras empresas y de muchos sectores. La revisión automática ligada al IPC ha dejado de ser un instrumento útil para la negociación colectiva, y hay que aportar otras variables que sumen a la competitividad de nuestras empresas, que es lo mismo que decir que sumamos a la competitividad del país y al progreso de nuestra sociedad. Debemos construir indicadores nuevos, cestas de indicadores que permitan hacer progresar salarios y productividad, que permitan equilibrar ingresos de personas y viabilidad empresarial. Nos costará, nos llevará horas de dedicación a la negociación y a la transacción, pero el esfuerzo habrá sido útil porque contribuiremos más y mejor a nuestro progreso común.
Entre 2014 y 2019 vivimos una fase de expansión económica y recuperación, que estuvo acompañada de mejoras en condiciones laborales y en derechos para las personas trabajadoras. De hecho, el avance en derechos con la regulación laboral en España ha superado con creces al de la mayoría de los países europeos: incremento de salario mínimo, regulación de la jornada laboral, planes de igualdad y registros salariales, reforma laboral y de la contratación. Hemos incrementado un 67% el salario mínimo interprofesional hasta situar su importe en el séptimo de la UE. Pero este progreso no lo hemos acompañado con el equilibrio necesario con la mejora de la productividad, que es sinónimo de la mejora de la competitividad de nuestras empresas y la economía en general. En realidad, lo hemos empeorado situándonos en la cola de la UE y de la OCDE.
Estamos, pues, ante unos momentos en los que tendremos que construir equilibrios, desde el mismo bando, intentando que los derechos de las mipymes también progresen, con una lógica de cooperación y colaboración por el progreso. Y podemos empezar consiguiendo que el derecho a que la productividad progrese adecuadamente entre en la variable de la negociación de los salarios y sea una realidad.
Desde nuestra Confederación, hemos empezado por reclamar un gran Pacto por la productividad. Del mercado de trabajo, para empezar, pero también del conjunto de recursos. Porque también tenemos claro que sin un capitalismo más inclusivo que agregue las variables de persona, economía y planeta en un mismo nivel, difícilmente progresaremos adecuadamente.