La competitividad de las empresas genera grandes titulares y debates de todo tipo, que a menudo son el foco del día a día. Se confunde la terminología macroeconómica de la competitividad con la capacidad de competir y con la viabilidad de nuestras pymes en su día a día.
Reducir la jornada laboral no es malo de por sí, solo lo puede ser en sus consecuencias si no se toman otras medidas. De entrada, afirmar que la reducción de la jornada laboral mejorará la competitividad de las empresas o su productividad, es osado. No porque no pueda ser cierto en algún caso, sino porque no hay indicadores que así lo demuestren. Y quizás lo que es peor: no se plantean medidas concretas de cómo se impulsa la mejora de la competitividad y la productividad. De hecho, el planteamiento de reducir la jornada, endurecer el control horario hasta límites insospechados, y basar el activo de hacerlo en que podría significar (condicional) la mejora de la competitividad y la productividad (en el futuro) nos puede llevar a hacer pasos adelante y atrás, como ha pasado en otros países. Este sería el peor escenario. Dicho de otra forma: legislar ahora y esperar que, sin medidas de impulso ni otras reformas legislativas, se cierre el círculo virtuoso por arte de magia es, como mínimo, difícil de explicar.
La reducción de jornada puede ser un elemento positivo si a la vez se condiciona y sujeta a otros factores que la hagan posible. No puede ser un cheque en blanco huérfano de compromisos como el que hemos vivido con el incremento del salario mínimo de los últimos años, en que hemos visto que, mientras que este aumentaba en un 68% y se situaba cómo el séptimo mejor salario mínimo de la UE, nuestra productividad descendía hasta la cola de la UE y la OCDE.
Por eso hace falta a menudo la mirada en detalle. El día a día de una empresa. Y para poner ejemplos, como equilibrará los costes de una contratación pública de servicios una empresa que tiene un precio cerrado y a la que la reducción obligará, en algunos casos, a situarse en rendimiento negativo. O como impactará en una empresa del sector del metal los 96 minutos de reducción por persona trabajadora. O como equilibrará los costes un establecimiento de proximidad con un horario de atención al público ampliado para garantizar servicio a sus clientes.
Todo ello nos sitúa en el escenario de poner a PIMEC en acción con todos vosotros para aportar los datos, las evaluaciones, las reflexiones y, sobre todo, las propuestas más adecuadas.
PIMEC en acción es también explicar por todas partes que querer tocar la luna es bueno, pero que primero hay que ver cómo construiremos entre todos y todas la escalera para llegar. Y la reducción de la jornada es el mejor ejemplo de esta obviedad, sobre todo porque detrás está la competitividad y viabilidad de nuestras empresas.